Un anciano dijo que una vez vio a Emily Dickinson
Rostro desdichado; rostro rígido, intenso, blanco
Como el de una maravillosa mujer muerta. Me miró.
Tenía las largas manos en torno al cuello
Y su cabello negro como la seda pendía igual que
murciélagos dormidos;
No era a mí a quien miraba.
Al alejarme vi que seguía mirando hacia allí
... Pero allí no había nada;
Es decir, nada que yo pudiese ver.
Versión de Jonio González.
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