lunes, 27 de enero de 2014

GREGORY CORSO








Un anciano dijo que una vez vio a Emily Dickinson



Rostro desdichado; rostro rígido, intenso, blanco
Como el de una maravillosa mujer muerta. Me miró.
Tenía las largas manos en torno al cuello
Y su cabello negro como la seda pendía igual que murciélagos dormidos;
No era a mí a quien miraba.

Al alejarme vi que seguía mirando hacia allí
... Pero allí no había nada;
Es decir, nada que yo pudiese ver.




Versión de Jonio González.


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