Carminum II, 10 (A
Licinio)
Más rectamente
vivirás, Licinio,
si no navegas siempre
por alta mar,
ni, mientras cauto
temes las tormentas,
costeas el abrupto
litoral.
Todo el que ama una
áurea medianía
carece, libre de
temor, de la miseria
de un techo vulgar;
carece también,
sobrio, de un palacio
envidiable.
Con más violencia
azota el viento
los pinos de mayor
tamaño,
y las torres más
altas caen
con mayor caída, y
los rayos
hieren las cumbres de
los montes.
Espera en la
adversidad, y en la
felicidad otra suerte
teme,
el pecho bien
dispuesto.
Es Júpiter quien trae
los helados
inviernos,
y es él quien los
aleja.
No porque hoy vayan
mal las cosas
sucederá así siempre:
Apolo a veces hace
despertar
con su cítara a la
callada Musa;
no está siempre
tensando el arco.
Muéstrate fuerte y
animoso
en los aprietos y
estrecheces;
y, de igual modo,
cuando un viento
demasiado propicio
hincha tus velas,
recógelas
prudentemente.
Traducción de Luis
Alberto de Cuenca y Antonio Alvar.
Imagen: Juan Antonio
Ribera, Cincinato abandona el arado para dictar leyes a Roma, c.1806.
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