Clara luna, que
altiva y arrogante
vas haciendo
reseña por el cielo
de tu hermosura,
que el nevado yelo
de tus cuernos
la torna rutilante,
si en la memoria
de tu dulce amante
no se ha muerto
la gloria y el consuelo,
que recebiste
amando, y el recelo
con que le
adormeciste en un instante,
vuelve a mirar
de la miseria mía
la sinrazón, si
acaso graves males
hallan blandura
en tus serenos ojos.
Que ya -culpa
del cielo- los veo tales,
que apartarán la
amarga compañía
destos tristes y
míseros despojos.
Imagen: Jean-François
Millet, La Bergerie, Clair de lune, de 1856 a 1860.
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