sábado, 22 de noviembre de 2014

GORDON E. MCNEER








Jesús y los pingüinos




Me preguntas de qué escribo…
Bien podría ser yo Jesús comiendo
un panecillo y escuchando a los pingüinos
recitar el Credo de Nicea.

Te vi y mi piel se volvió
un mapa de carreteras se volvió un río se volvió
el suave brillo de Rembrandt o los sátiros locos
de Picasso. Los borrachos en el metro
veneran el chicle que masticas. Hay
mangos y dulce hierba
y té verde en tus ojos húmedos.
Hay una cíngara en la oscuridad
que lleva tu nombre.

Recorta el corazón de este poema y
déjalo bajar por tu garganta en silencio.
Te hablará en cada cosa que veas.
Por ti, barrería mi porche
y plantaría un jardín. Por ti, yo dejaría
una luz encendida en la oscuridad.




Traducción: Raquel Lanseros


Imagen: Michael Sowa, February.


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