Jesús y los pingüinos
Me preguntas de qué escribo…
Bien podría ser yo Jesús
comiendo
un panecillo y escuchando a
los pingüinos
recitar el Credo de Nicea.
Te vi y mi piel se volvió
un mapa de carreteras se
volvió un río se volvió
el suave brillo de Rembrandt
o los sátiros locos
de Picasso. Los borrachos en
el metro
veneran el chicle que
masticas. Hay
mangos y dulce hierba
y té verde en tus ojos
húmedos.
Hay una cíngara en la
oscuridad
que lleva tu nombre.
Recorta el corazón de este poema
y
déjalo bajar por tu garganta
en silencio.
Te hablará en cada cosa que
veas.
Por ti, barrería mi porche
y plantaría un jardín. Por
ti, yo dejaría
una luz encendida en la
oscuridad.
Traducción: Raquel Lanseros
Imagen: Michael Sowa,
February.
No hay comentarios:
Publicar un comentario