El atajo a casa
En la versión de mi hermana,
Dios no habrá de
encontrarnos
en ningún bolsillo de su
abrigo,
ni en los vacíos, ni en los
llenos.
No estamos en sus manos, la
amable o la terrible;
ni en sus zapatos, el enorme
o el diminuto.
Tampoco nos escondemos en
las manzanas,
ni en la perfecta ni en la
echada a perder.
Ni en el primer mordisco, ni
en el último.
En la versión de mi hermano,
nuestra muerte nos canta
desde la rama más alta
del más antiguo árbol que
las aves recuerdan
en su canto, y vagamos por
la casa paterna
en busca del origen de las
olas.
En mi versión… mas yo no
tengo una versión.
Lo único que tengo son unos
pocos nombres para las flores:
Manto de la Virgen, Siete de
la tarde, Madre de las alas,
Historia que es llevada hacia
arriba por una escalera. Lo único
que tengo es un sendero
sembrado que sigo para dormir:
Flor de clivia, Vidrio
empañado, Frasco con una canción,
Umbral de quema, Sangrienta
escaramuza,
Voz esparcida entre las
rocas.
Traducción de Enrique Servin.
Imagen: Edward Burne-Jones, The GoldenStairs (detalle), 1880.
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