No era la Muerte, pues yo
estaba de pie
y todos los muertos están
acostados,
no era de noche, pues todas
las campanas
agitaban sus badajos a
mediodía.
No había helada, pues en mi
piel
sentí sirocos reptar,
ni había fuego, pues mis
pies de mármol
podían helar un santuario.
Y, sin embargo, se parecían
a todas
las figuras que yo había
visto
ordenadas para un entierro
que rememoraba como el mío.
Como si mi vida fuera
recortada
y calzada en un marco
y no pudiera respirar sin
una llave
y era como si fuera
medianoche
cuando todo lo que late se
detiene
y el espacio mira a su
alrededor
la espeluznante helada,
primer otoño que llora,
repele la apaleada tierra.
Pero todo como el caos,
interminable, insolente,
sin esperanza, sin mástil
ni siquiera un informe de la
tierra
para justificar la
desesperación.
Traducción de Rubén Martín.
Imagen: Miles Cleveland Goodwin, Death Quit, 2008.
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