El
poeta escoge abril
¿De
quién huimos? ¿Quizá, dime, la ceniza
no
rechaza la gentil juventud y la sangre?
En
abril y mayo no hay ceniza, dicen.
Quedemos,
amigo, bajo las alas de abril.
Que
huyan el río, la rosa colorada,
beba
hasta el final la llama la estrella, el tictac el reloj,
procuren
una lejanía parte o ninguna parte los caminos donde morir.
Al
par que huye, lleve el río el cadáver de Ofelia y las margaritas de la ribera.
Pero
nosotros, amor, tenemos los perros fieles de las palabras.
Decimos
ceniza y es ahora mismo polvo lo que fue llama.
Ofelia,
dices, y una sonrisa alerta tu memoria
y
tus ojos, tórtola, niña y suave terciopelo.
Tenemos
la palabra, amor, para decir: abril.
Bajo
sus alas florecerán los días.
Abril:
el aire posa una ciudad en las ramas
de
los abedules de abril. Es nuestro hogar.
Viviremos,
amor, diciendo la palabra,
quemándola,
hiriéndola, labrándola
tan
dulce y temerosamente que ella piense, palabra abril,
que
vive por nosotros, la vivimos sólo es dicha: abril.
Traducción
de Vicente Araguas y César Antonio Molina.
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