Gracias, Señor, por
lumbre, por ribera,
por amoroso muro y
por semilla,
por la mar que se
postra y por la quilla,
por molino y besana,
troje y era.
Por sangre, por
mirada, por ladera
que la vid ennoblece,
y donde brilla
en tus piedras el
sol, por faz sencilla,
y flor en zanja y
mariposa en vera.
Por darme y por no
darme, por tenerme
de tanto sueño el
corazón colmado,
y de tanta esperanza
de ternura
embebidos los huesos,
por haberme
mis techos con tu paz
tan bien cargado,
que gimen ya las
vigas de ventura.
Imagen: Ramón Gaya,
La mesa. Estudio de Salvador, 1950.
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