Remedio (ineficaz)
contra el otoño
Cuando llega
septiembre nos parece
que el tiempo se
detiene y que los días
uno a uno construyen
altos muros
que impiden que
regresen los fantasmas
de todo cuanto fue
cuando el estío.
Atrás quedan los
reinos conquistados,
el río siempre azul
que riega julio,
la dulce sinrazón que
nunca duerme,
las gotas de pasión
que deja el alba
y el ángel vencedor
de cien batallas.
Hemos llegado al fin
y las palabras
se vuelven torpes,
duras, como piedras
del fondo de una
rambla sin crecidas
o el suelo de un
camino viejo hollado
por multitud de pies
sin rumbo cierto.
Y entonces con
palabras intentamos
edificar la casa que
nos sirva
de seguro refugio en
el otoño.
Alzamos con palabras
las paredes
y palabras ponemos en
el techo.
Palabras contra el
frío y la tormenta,
palabras que nos
libren del sollozo,
del temor, de la
nieve, de la muerte:
palabras que
despierten la esperanza.
Palabras y palabras
cual conjuro
alzadas desde el
techo hasta los cielos
que acaban sin
remedio derrumbándose.
Sin puertas ni
ventanas intentamos
que las palabras suplan
las carencias,
que lo que nunca fue
sea en el viento.
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