Oh luz, donde a la
luz su luz le viene,
y clara claridad que
el mundo aclara,
amparo del amparo que
me ampara
y bien del sumo bien
que más conviene.
Valor de aquel valor
que en sí contiene
de todos el reparo y
los repara;
tu cara, de los
ángeles tan cara,
me dé paz en la paz
que el cielo tiene.
La brasa de tu amor
que el alma abrasa,
la llama que tu amor
inspira y llama
me sube de mi ser al
ser divino.
Que pueda yo, Señor,
de casa en casa,
de vuelo en vuelo ir,
de rama en rama,
a donde tu contino
sea contino.
Imagen: El
primer día de la creación, Las Crónicas de Núremberg, 1493.
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