sábado, 26 de octubre de 2013

NIKOLAI GUMILOV






Modernidad

Cerré la Ilíada y me senté frente a la ventana,
aún temblaba la última palabra entre mis labios.
A lo lejos algo brillaba, un farol o la luna,
y la sombra de un guardia se movía despacio.

Cuántas veces miré con gesto desafiante
y cuántas miradas recibí en respuesta…
Multitud de odiseos en los barcos mercantes
y agamenones entre la penumbra de las tabernas.

En la Siberia lejana donde llora la ventisca,
se congelan los mamuts entre hielos de plata,
y su tristeza silenciosa estremece las nieves,
y su sangre roja encendía los horizontes.

Me entristece este libro y me desvanece la luna,
quizá, realmente, no necesito ningún héroe.
Bajan por la alameda, con dulzura extraña,
un estudiante y una gimnasta, como Dafnis y Cloe.



Versión de Natalia Litvinova.

Imagen: Héctor es llevado a Troya tras la embajada de Príamo (hacia el 180 d. C.).

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