Nota a Emily
Dickinson
Tú también habitaste
en el Planeta
de aquellas
Lentitudes,
hospes comesque, alma
nómada mía,
cuando eran las
palabras
frescas como cerezas
y duraznos
en la penumbra
y la Hora del Mundo
una fragante pulpa
penetrada.
Las palabras llegaron
a tu lado
densas, plenas de sí,
con sus cuerpos
atléticos,
con sus zapatos
púrpura,
no palpadas,
intactas,
en fervorosas
cápsulas de luz.
A los demás nos
queda, únicamente,
una nostalgia
huérfana
del discurso de
Orfeo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario