Mediodía callado
Reposan en la hierba,
alta y fresca, tus manos
abiertas, y traslucen
los dedos, como rosas;
hay paz en la sonrisa
de tus ojos. El césped
es luz y sombra, bajo
el cielo, que las nubes
junta o dispersa. En
torno de nuestro nido y lejos
hay botones de oro,
bordeados de plata,
y el perifollo roza
la nieve del espino.
Es visible el
silencio, como clepsidra, mudo.
En el césped,
transido de sol, una libélula
es una hilacha azul,
del cielo desprendida.
Alada hora, así nos
viene de lo alto.
¡Oh! Contra el
corazón, don inmortal, guardemos
esta hora sin voz,
que, entrañable, nos ciñe
y en la que un dulce
canto forjaron los silencios.
Traducción de Mariá
Manent.
Imagen: Hugh L.
Norris, Flame Flower and Summer Ragwort in a herbaceous border.
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