Árboles de la sierra
que nos visteis pasar,
vosotros que aspiráis
por todo vuestro cuerpo
el azul perfumado, la
púrpura del día.
Vosotros, sin
palabras, cuyo tierno murmullo
no alarmaría ni a una
paloma adormecida,
decidme, verdes
árboles, por qué mi alma suspira.
Colinas y laderas
salpicadas de lirios,
vosotros que nos
visteis pasar por Piedrahita
soñando bajo el sol y
a la vuelta perdidos,
pálidos y perdidos en
la luna de mayo,
decidme, esta dulzura
tan triste que resbala
por mi alma desnuda,
¿es el amor acaso?
¿Es acaso el amor
esta melancolía
y esta inquietud más
bella que todos los deseos?
¿Es el amor acaso
este ardor y este frío
que al besarme la
luna besa todo mi cuerpo?
Largo fue el día de
mayo y fragante la noche.
Como sombras pasamos
entre los juncos húmedos.
El viento se enredaba
en los avellanares.
El arroyo expiraba en
un verde gemido
y el viento se
extendía sobre nosotros mudo.
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