Mendiga
Todo
cuanto me dieron aquel día
me
ha sido arrebatado para siempre.
Ahora
en la indigencia solo puedo
suplicar
caridad a los viandantes.
¿Y
qué ha de mendigar la que mendiga,
acaso
una palabra de tus labios,
las
cartas anegadas de promesas,
lengua
para lamerme las heridas,
compuertas
que contengan el desborde
de
los ríos que riegan el desierto?
¿Y
qué puedo pedir, pues alguien tiene
el
bálsamo que sana a los difuntos,
la
máquina que el tiempo nos devuelva
y
que traiga de nuevo en este instante
los
besos, los abrazos, las caricias,
el
roce de la carne entre las sábanas,
la
húmeda mirada fiel del perro
que
aguarda una caricia de sus amos?
Imagen:
Evgraf Semenovich Sorokin, Pequeña mendiga de España, 1852.
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