viernes, 16 de agosto de 2013

TUDOR ARGHEZI





Ven

Si lo que no puede ser visto ni oído
fuese grato a tus ojos, sin temor,
abandonándote al capricho de la barca,
podrías acompañarme.

En nada pensarías,
ni siquiera en tu pequeño pedacito de vida.
El lodo de todos los secretos caídos
yace en mí abandonado.
Impulsada por ellos, amarraríamos la barca
a carbunclos y estrellas.

Entonces, en una lengua salvaje y primitiva,
te contaría cuentos sobre cierto país.
En tus manos pondría las palabras
como si fuese la propia tierra con sus valles.
De las lágrimas nacerían las aguas
para los ríos de ese país del sur.

Escucha: por mí transcurren los ríos,
¿no los oyes correr?
Escucha: es la voz del maíz quien nos habla,
¿no escuchas cómo crece?

Mira las colmenas en el huerto,
mira los lobos bajo la tormenta,
mira los ciervos,
mira los flecos de la hierba,
mira
ganados, rebaños, rondas y bandadas de pájaros.
Todo me pertenece, de todo soy el amo.
Aquello que no es mío, me es ajeno.
En las almohadas de las peñas, junto al río,
Dios preparó su cama
y se durmió.

Traducción de Darie Novaceanu.

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