A mis amigos
Como si hubierais muerto y os
hablara
desde un ser que no fuese apenas
mío;
como si sólo fuerais el vacío
de mi propia memoria, y os
llorara
con una extraña pena que oscilara
entre un cálido amor y un gran
desvío;
como si todo fuera ya ese frío
que deja un libro hermoso que
cerrara
sus páginas sin voz; como si
hablaros
no fuese como hablar, sino el
tormento
de ver que hasta sin mí mi sangre
gira.
Sólo puedo engañarme y engañaros,
hacer como que estáis, como que
os siento,
cuando el mismo miraros ya es
mentira.
Imagen: Ramón Gaya, Las tazas,
1948.
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